Un ex investigador de la NASA está en una búsqueda por identificar y tal vez recuperar uno de los tesoros más raros traídos a la Tierra, que luego se perdieron: pequeñas porciones de rocas lunares.
“Estamos educando a los estados y los países del mundo sobre lo mucho que valen en el mercado negro, y tenemos que aumentar la seguridad en los museos y ponerlos de nuevo en la pantalla”, dijo Joe Gutheinz.
Las muestras de rocas fueron recogidas por docenas de astronautas estadounidenses que caminaron en la Luna entre 1969-1972. Estados de los EE.UU., la ONU y gobiernos extranjeros han recibido como regalo estas pequeñas porciones de la Luna.
Las muestras, que también se han prestado a los museos, se han dado a los científicos para la investigación y varían en tamaño desde partículas de polvo hasta piedras.
Hacia el final de la misión Apolo 17, concretamente el 13 de diciembre de 1972, Eugene Cernan y Harrison Schmitt, los últimos dos hombres en pisar la luna, recogieron una roca.
Cernan anunció: “Queremos compartir un trozo de esta piedra con todas las naciones del mundo”. Y su deseo de cumplió.
El presidente Richard Nixon ordenó que la roca, del tamaño de un ladrillo, fuera fragmentada y enviada a los cabeza de estado de 135 países y a los 50 estados de la unión norteamericana.
Cada “roca de la buena voluntad lunar” fue encapsulada en una bola de cristal y montada en una placa de madera con la bandera de la nación a la que iba dirigida.
Las piedras lunares recogidas durante la misión del Apolo 11 en 1969 también fueron enviadas de la misma manera y a los mismos destinatarios.
En total, unas 370 piezas lunares fueron recogidas entre ambas misiones. Unas 270 fueron repartidas entre los distintos países y 100 en los estados de EE.UU.
Pero de todas estas, 184 están perdidas: 160 en el mundo y 24 en los Estados Unidos.
Las rocas fueron entregadas a países como Afganistán o Trinidad y Tobago.
El cazador de rocas lunares
Su obsesión comenzó en 1998, cuando, todavía en la NASA, puso en marcha un proyecto secreto llamado Operación Eclipse Lunar.
Gutheinz publicó un anuncio en el diario USA Today con la frase: “Se buscan rocas lunares”, para atraer a todos aquellos estafadores que dijeran poseer una pieza.
“Lo que no esperaba era la llamada de una persona con una de las rocas auténticas. El poseedor de la piedra de Honduras me contactó.”
La roca, que pesaba poco más de un kilo, fue ofrecida por US$ 5 millones.
Gutheinz no pagó, pero asegura que el precio le pareció razonable.
Señala además que las rocas no están siendo protegidas de la forma en la que debieran, y tanto la NASA como los países que las recibieron no están llevando a cabo una buena gestión en la elaboración de un inventario.
Cuenta que la única venta legal de material lunar de la que tiene conocimiento se produjo en 1993, cuando el gobierno ruso vendió en la casa de subastas Sotheby´s de Nueva York material de la misión espacial soviética Luna 16.
Un coleccionista privado pagó US$ 442.500 por 0,2 gramos de polvo lunar.

Anortosita ferrosa lunar #60025 (feldespato plagioclasa). Recolectado por el Apolo 16 cerca del Cráter Descartes. Museo Nacional de Historia Natural (Washington, DC)
Con estos precios no es sorprendente que haya surgido un lucrativo mercado negro en torno a las rocas, sean estas reales o falsas.
Gutheinz señaló que una mujer en California supuestamente intentó vender una piedra lunar a través de Internet, y que intentos de vender las piezas de España y Chipre han sido bien documentados.
“Una vez ofrecí US$ 10.000 por la recuperación de la roca de la buena suerte de Malta, que fue robada, pero hasta ahora no he tenido ninguna noticia”, dice.
“Sé que el ladrón no era un profesional ya que solo se llevó la roca, y no la placa que la autentifica”, agrega.
“Muchos de ellos están almacenados. Necesitamos ponerlos en un sistema de control de inventario, eso es lo que realmente falta”, dijo Gutheinz, un abogado de Houston que también enseña clases en la Universidad sobre técnicas de investigación.
La NASA, que mantiene su colección de rocas en el Centro Espacial Johnson en Houston y una instalación en Nuevo México, ha confirmado la falta de supervisión y se ha comprometido a reforzar los controles, coincidiendo con un informe de la Oficina del Inspector General, donde trabajó hasta el año 2000 Gutheinz. (The Boston Globe)